by Samaria Márquez Jaramillo

¿Quién fue, en honor a la verdad, Pancho Villa?

Carlos Betancourt Cid.

Leonardo Huerta Mendoza

Carlos Betancourt Cid *

* Director de Investigación en INEHRM. Universidad Nacional Autónoma de México. Ciudad de México, México

Leonardo Huerta Mendoza *

*Periodista cultural El Universal, México. Investigador e historiador.

Antes del mito: (Revista Letras Liberadas)
Carlos Luis Jaramillo Molina, manizaleño que por muchos años se residenció en Montería, capital del departamento de Córdoba, Colombia, una vez contó que más allá del océano de rumores que avasalla las playas de la vida de Villa, se le ha considerado como colombiano, nacido en el caserío Alto de los mulatos en  Turbo, Antioquia y bautizado como Belisario Berrío, que al llegar a la hacienda “Ciénega de Basoco”,en México, se apropió de unos documentos dejados por uno que, como muchos, abandonó el trabajo, arrancó a caminar y desapareció en las curvas del camino… Tales afirmaciones no descansan en un sustento académico.

Pancho Villa, los orígenes del Mito 

 

Si entre los protagonistas del movimiento revolucionario que se inició en 1910 existe uno rodeado de leyendas y mitos, sin  lugar a dudas, ése es Pancho Villa. Su origen y primeros años se encuentran irremediablemente envueltos en un halo de misterio que, como lo han enunciado varios de sus biógrafos, fue creado y difundido por él mismo. Múltiples anécdotas, que se contradicen entre sí, constituyen un cúmulo de difícil acceso para aquellos interesados en su trayectoria. Por eso, en esta ocasión no hablaremos propiamente de Historia, sino que la tarea será abocarnos a rastrear en la trama que entrecruza el rumor y el enigma, para dilucidar algunas percepciones que sobre los umbrales de este eminente personaje han quedado plasmadas en la memoria.

Siendo los documentos la principal fuente para reconstruir lo sucedido, comencemos citando dos, en los que se incrusta el principio del mito. Me refiero al acta de nacimiento y a la fe de bautismo de José Doroteo Arango Arámbula, nombre primigenio de quien, al paso del tiempo, bajo el cobijo de un seudónimo que germinó hasta alturas inimaginables, será el famoso líder revolucionario. En ambos se asienta como fecha de nacimiento el 5 de junio de 1878, lo que coincide con la celebración de la efeméride. 

Sin embargo, una leve inconsistencia en estos testimonios despierta la duda. En el pliego oficial del registro civil se lee Faustina Vela en el  renglón correspondiente al nombre de la abuela paterna del susodicho, mientras que, en el expedido por la parroquia de San Juan del Río, se le reconoce como Feliciana. Quizá sea solamente un error de transcripción, pero también podría tratarse de un indicio relacionado con la manipulación posterior que habría sido practicada sobre estas evidencias, ordenada por el propio Villa, con la intención de patentizar un pasado transparente y, de paso, fortalecer la idea de legitimidad concedida a su padre Agustín Arango Vela. Y decimos que con el afán de demostrar que era producto de un matrimonio bien establecido, pues uno de los asuntos que es casi imposible desentrañar de su biografía es precisamente el de su origen biológico, inmerso también en un flujo de informaciones que, más que ayudar a comprender al personaje, lo ensombrecen.

Valgan dos ejemplos relacionados entre sí. Con suma vehemencia, Adolfo Carrasco Vargas, primer cronista de Hidalgo del Parral, quien hasta hace poco podía ser encontrado en el Museo Francisco Villa en esa población, afirma que la paternidad de Doroteo debe ser atribuida al dueño de la hacienda “Ciénega de Basoco”, Luis Fermán, a quien señala como “judío-alemán”. Para ratificar su dicho, don  Adolfo asume que esto se debió al comportamiento conocido en aquellas épocas como “derecho de pernada” y que no es más que el “beneficio” que obtenía el hacendado sobre las mujeres recién casadas, por hacerse cargo de los gastos de la boda, para pasar la primera noche con la desposada. Por esta costumbre, en la mayoría de los casos, los primogénitos de la peonada resultaban ser hijos del patrón. Y de entre sus otros hermanos (dos hombres, Antonio e Hipólito, y dos mujeres, Mariana y Martina) Doroteo era el mayor. En el mismo tenor, en una investigación reciente, un destacado historiador villista, Rubén Osorio, ha tratado de esclarecer esta aseveración mediante el método de rescate oral aplicado entre los descendientes del hacendado, quienes se reservaban los pormenores al respecto como un “secreto de familia”. Lo cierto es que las pesquisas del doctor Osorio aportan mucho en cuanto a la verosimilitud del hecho e incitan a profundizar en él.

Otra muestra de estas exageraciones se halla en un panfleto casi desconocido, que fue redactado por un soldado norteamericano llamado Kennedy, allá por 1916, cuando se verificaba la conocida como “expedición punitiva”, que buscó reprender al Centauro del Norte por la famosa incursión violenta a Columbus, Nuevo México. El pequeño libro se titula   The Life and History of Francisco Villa. The Mexican Bandit, y debió ser distribuido entre los mílites estadounidenses apostados en México, con la intención de exacerbar el odio contra el guerrillero que se atrevió a profanar su suelo nacional. En el relato, totalmente ficticio y lleno de historias insostenibles, se pretende evidenciar que Doroteo Arango (apellido que el capitán Kennedy transcribe como Arranzo) era un desalmado criminal oriundo dl Darién colombiano, quien, sin ningún remordimiento mataba, violaba y robaba a todo aquel que se le atravesara en el camino, pero, especialmente, a los que ostentaran la nacionalidad de las barras y las estrellas. En cuanto al origen paterno del guerrillero, sin dejar de decir que podría descender de un oriundo mexicano, el autor suelta el rumor de que el verdadero padre de Villa habría sido de raza negra, liberto esclavo nacido cerca al Caribe colombiano. sin proporcionar elementos convincentes para verificar su revelación, pero con la mira de denigrarlo por medio de discernimientos racistas.

No obstante, esta conjetura, una media filiación que se encuentra en el Archivo Histórico de Parral, fechada en 1907, cuando se le perseguía por sus correrías como asaltante, lo describía de la siguiente forma: “DOROTEO ARANGO es de 30 ó 32 años, parece ser originario de San Juan del Río o de  algún punto de ese Partido, donde ha estado procesado por los delitos de robo y homicidio, así como por fuga de la cárcel de la Cabecera de aquel Partido. Es alto, de complexión robusta, güero, ojos verdes, [el énfasis es nuestro] barba cerrada, boca chica, nariz ancha, carirredondo, […] y últimamente montaba un caballo de color obscuro”, retrato que mucho se aparta del que tendría el descendiente de un hombre de color.

Con la intención de alejarnos de las especulaciones que genera este espinoso asunto, terminamos este breve acercamiento con una reflexión. Quedan en el marco de la leyenda, sin poderse inscribir en los derroteros de la Historia, los precoces episodios de la vida de Doroteo Arango, el hombre que por diversas circunstancias se trasladó a la clandestinidad para encararse con un régimen que lo oprimía. Al asilarse fuera del marco de la ley, se despertó su rebeldía. Cuando decidió ya no ser más Doroteo, escogió apodarse Francisco Villa y bajo este seudónimo se lanzó a combatir los pesares de la injusticia. Murió Arango y nació el espíritu implacable, venturoso, incontenible, que avivó la flama revolucionaria con una fortaleza tal que, antes de 1910, nadie podía sospechar que manaría.

Otra historia:

Pancho Villa, una leyenda de claroscuros

Doroteo Arango nació el 5 de junio de 1878, y fue asesinado el 20 de julio de 1923 en la ciudad de Parral, Chihuahua

El 20 de julio de 1923 fue asesinado Pancho Villa en la ciudad de Parral, Chihuahua. En ese momento comenzó una leyenda que, con claroscuros, ha llegado hasta nuestros días.

Aunque cada biógrafo tiene una versión de la participación de Francisco Villa en el movimiento revolucionario, en lo que están de acuerdo es que nació el 5 de junio de 1878 en el Rancho de la Coyotada, que formaba parte de una de las haciendas más grandes de Durango, propiedad de la familia López Negrete. Sus padres, Agustín Arango y Micaela Arámbula, eran aparceros de esa hacienda.

El niño fue bautizado como Doroteo Arango, si bien hay muchas versiones sobre su verdadero nombre. Don Agustín Arango murió muy joven dejando a su viuda con cinco hijos.

De acuerdo con Villa, el hecho que cambió su vida ocurrió el 22 de septiembre de 1894, a los 16 años. A esa edad trabajaba como aparcero en la Hacienda de Gogojito y ya era el jefe de una familia que estaba formada por su madre y sus hermanos Antonio e Hipólito y dos hermanas: Mariana, de 15 años, y Martina, de 12 años.

Ese 22 de septiembre al llegar a su casa de regreso del trabajo encontró a Agustín López Negrete, “el amo, el dueño de la vida de nosotros los pobres”, frente a su madre, quien le decía: “¡Váyase de mi casa! ¿Por qué quiere llevarse a mi hija?”

Al escuchar esto, el joven Doroteo fue a la casa de su primo Romualdo Franco, tomó el rifle de éste y le disparó en un pie al hacendado. Al responder a los gritos del amo, aparecieron cinco criados armados listos para disparar contra él, pero López Negrete les ordenó que no mataran al muchacho y que a él lo llevaran a su casa.

Doroteo montó en su caballo y se alejó hacia la Sierra de la Silla, frente a la Hacienda de Gogojito. Meses después de su fuga, lo detuvieron tres hombres y lo llevaron a la cárcel de San Juan del Río. Doroteo estaba seguro de que lo iban a fusilar. “A eso de las diez de la mañana del día siguiente me sacaron de mi encierro para que moliera un barril de nixtamal”. Con la mano del metate golpeó al guardia que tenía más cerca y logró escapar rumbo a las montañas de Los Remedios.

Hacia 1899 para la policía estatal era sólo un bandido, pero en 1901 lo arrestaron por primera vez por robar dos burros y la carga que llevaban, aunque salió libre por falta de pruebas.

Días después, se le arrestó otra vez acusado de asalto. Fue condenado a servir como soldado de leva en el ejército. Un año después desertó, huyó a Chihuahua, cambió su nombre por el de Francisco Villa y se dedicó trabajar, primero de minero, después de albañil, carretonero para las grandes  compañías mineras norteamericanas, administrador de un corral de gallos de pelea.

Durante algún tiempo tuvo una carnicería en la ciudad de Chihuahua, pero el rastro de la ciudad pertenecía a la familia de Luis Terrazas, que lo expulsó. Regresó a   trabajar como minero hasta que empezó a robar ganado de la familia Terrazas.

A pesar de que andaba a salto de mata, compró una casa en la ciudad de Chihuahua en la que se asentó. Ahí lo encontró Abraham González en 1910 quien lo invitó a participar en la revolución maderista.

Aún no hay una versión final de su paso por el movimiento revolucionario y el papel del ejército de Villa. Como maderista, el 17 de noviembre de 1910 atacó la Hacienda de Chavaría y desde ese mismo día se dedicó a reclutar gente para sus tropas. La revolución maderista mostró el ingenio militar y de  estratega de Villa que se mostraron en sus primeras batallas, como las de San Andrés, Santa Isabel, Ciudad Camargo, Las Escobas y Estación Bauche y de Ciudad Juárez al lado Pascual Orozco.

Después de la Convención de Aguascalientes en la que se decidió que Carranza, Zapata y Villa se retiraran, Carranza no aceptó. El 6 de diciembre de 1914 Francisco Villa, al mando de la División del Norte, y Emiliano Zapata, comandante del Ejército del Sur, ingresaron al Palacio Nacional tras mientras Venustiano Carranza junto con Obregón se dirigían hacia Veracruz.

Ese sería su último momento de gloria por Álvaro Obregón en 1915 lo derrotaría en Celaya, León y Aguascalientes. Villa se replegó a Chihuahua y la División del Norte se empezó a dispersarse. En estas circunstancias, en 1916 atacó la población de Columbus, Nuevo México lo que dio lugar a la Expedición Punitiva a cargo de John Pershing durante un año.

En 1920, los que se habían levantado contra Carranza en el Plan de Agua Prieta lo invitaron a que se les uniera, pero Villa se negó, por lo que los atentados en su contra aumentaron. Después de algunas pláticas entre Villa y el presidente provisional Adolfo de la Huerta, el 28 de julio de 1920 Villa firmó su rendición en el Palacio Municipal de Sabinas, Coahuila.

En esta rendición, Villa se obligaba a no tomar las armas contra el gobierno y éste le entregaría la Hacienda de Canutillo en Durango, más una guardia personal de 50 hombres. Sin embargo, para sus enemigos esa rendición sólo era una tregua por lo que seguía siendo peligroso para ellos mientras viviera.

Así llegó el 20 de julio de 1923. Ese día ocho hombres aguardaban el momento en que pasara el coche de su víctima. La temperatura en Parral era muy alta, pero las gruesas paredes de adobe de los cuartos llenos de alfalfa en el que esperaban amortiguaban el calor.

Los ocho estaban armados con carabinas y revólveres calibre .45 dispuestos a matar o morir. José y Ramón Guerra, Jesús y José Sáenz Pardo, Jesús Salas Barraza, José Barraza, Librado Martínez y Melitón Lozoya sabían que, si Villa sobrevivía al atentado, entonces ellos morirían.

Algunos implicados tenían ganado de engorda en Parral y con el pretexto de almacenar pastura en ellos rentaron dos cuartos en la calle por donde tenía que pasar Villa; como esos cuartos estaban separados por una pared, abrieron un boquete en ella para estar en contacto.

Un joven apostado en la esquina de las calles Juárez y Gabino Barreda, al ver venir el coche de Villa dio la señal. En cuanto el vehículo dio vuelta en la esquina, los ocho hombres salieron de los cuartos y empezaron a disparar hacia el lugar del chofer. Francisco Villa murió al instante. De sus cinco escoltas, sólo sobrevivió Ramón Contreras, quien herido pudo huir del lugar.